La legisladora porteña, Alejandrina Barry, nacida en cautiverio y que tras el asesinato de sus padres durante la dictadura militar fue utilizada para una campaña de prensa por parte de las fuerzas represivas, reclamó que «la lucha contra la impunidad debe continuar con el juzgamiento de los civiles que llevaron adelante también el plan genocida».
Barry declaró ayer ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que desde octubre último juzga a 17 represores, entre ellos, Miguel Etchecolatz, por los delitos cometidos contra casi 500 víctimas que estuvieron secuestradas en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno, en Lanús.
Barry sostuvo que «la lucha contra la impunidad debe continuar con el juzgamiento de los civiles, los responsables, los ideólogos que llevaron adelante con los militares este plan genocida y que no están siendo juzgados».
Al iniciar su declaración donde relató el secuestro y desaparición de su padre, Juan Alejandro Barry, y su madre, Susana Mato, ambos militantes Montoneros, la diputada remarcó que el juicio fue producto de «años de lucha colectiva de cada uno de los sobrevivientes, de los familiares».
Enseguida dio detalles de la campaña de acción psicológica activada por la dictadura de la que fue víctima, tras el secuestro de sus padres y que operó a través de las principales revistas de la Editorial Atlántida: Gente, Para ti y Somos»,
«Voy dar este testimonio y puedo hacerlo porque nunca estuve sola, como dijeron sectores de prensa que me utilizaron para una campaña de prensa de acción psicológica (durante la dictadura) y que titularon ´Alejandra está sola´ y no, nunca estuve sola», dijo con énfasis.
Reconoció sentir «una doble sensación, ya que veo conectados (a la audiencia virtual) a los genocidas, que están en su cama, en pijamas, mientras que Adriana Calvo y Nilda Eloy (sobrevivientes fallecidas) ya no están».
Barry recordó que su madre era docente y secretaria general del gremio docente de Almirante Brown cuando fue detenida y alojada en el Pozo de Banfield y en la cárcel de Olmos, donde el 29 de marzo de 1975 nació Alejandrina.
Su padre había sido secuestrado en noviembre de 1974 en un bar de Lomas de Zamora y, tras estar alojado un tiempo en el Pozo de Banfield, fue legalizado en la Unidad 9 de La Plata.
«Tras mi nacimiento mi mamá sale (de Olmos), mi papá también, pero la persecución sigue y estando yo con ellos, en diciembre de 1977 en Uruguay, somos víctimas de un operativo conjunto de fuerzas armadas argentinas y uruguayas, que asesina a mis padres y me secuestran y se monta una campaña enorme de prensa en la que soy tapa de las principales revistas de la Editorial Atlántica: Gente, Para ti y Somos», detalló.».
Contó que fue fotografiada y su imagen usada en notas que titulaban «Alejandra está sola» o «Los hijos del terror», con el objetivo, explicó de «justificar no solo el asesinato de mis padres sino de miles de militantes que seguían resistiendo a la dictadura, crear un enemigo, justificar la matanza de ellos».
«Fue una operación de los civiles de los grandes medios de comunicación, como parte de las medidas de acción psicológica para aterrorizar a la población», remarcó.
Barry dijo que es querellante en una causa para que se investigue y juzgue a los responsables de esa operación «pero no hemos logrado que se avance».
La legisladora también recordó el secuestro y desaparición de su tío Enrique Barry y su esposa Susana, y la lucha de su familia por encontrarlos, cuando recurrieron al vicario castrense Emilio Graselli, quien, denunció, «recolectaba fichas, era el brazo ejecutor con los familiares para obtener más información sobre ellos (los detenidos)».
.»La jerarquía de la Iglesia es parte de los grandes impunes de este país, tiene información sobre el destino de los desaparecidos y de los niños apropiados», dijo la mujer que pidió la apertura de los todos los archivos sobre la última dictadura militar
Barry destacó que «en estos juicios tenemos que contar los horrores que sufrieron, los maltratos, pero quiero que se los recuerdo cómo eran: militantes que luchaban por cambiar este mundo».
«Mi mamá sufrió un doble ensañamiento, por su rol de mujer y de militante, fue golpeada, vejada, y por esta campaña mediática que hicieron sobre ella donde el eje era que había salido de su rol de madre para convertirse de militante, como si eso fuera delito», sostuvo.
En esta jornada también declaró Eduardo Nachman, hijo del director Gregorio Nachman, comenzó relatando que su padre «no tenía militancia partidaria, era teatrista, director de teatro, militante de la cultura y una persona muy solidaria».
«El 19 de junio de 1976 lo secuestraron. Primero irrumpieron en el departamento donde vivíamos en Larrea 3138, pero mis padres no estaban ahí, estaban mis hermanos y mis primos; a mi papá lo secuestran después en una oficina que tenía con mi abuelo en la calle Colón, preguntaron por él y se lo llevaron y no supimos nada más de él», dijo.
Recordó que «nos mandaron a las distintas policías y en la comisaría cuarta, que ya era célebre por ser un centro de tortura, me dijeron: ´¿buscan a Gregorio Nachman?, ¿el actor?, ¿el puto? y además judío y zurdo?, ¿para qué buscan?».
El hombre contó que supo por un sobreviviente que su padre estuvo en el Pozo de Banfield. «Raúl Codesal dijo que había estado (cautivo) junto a ´un director de teatro, un estupendo muchacho que sufría demencia de tanto que lo habían torturado´».
Antes de concluir su testimonio, Eduardo Nachman leyó un texto escrito por su padre a los 19 años: «Hay una noche entre lo real y lo justo. La injusticia se basa siempre en lo legal. Lo justo es lo pobre, lo simple, lo desnudo, lo limpio, lo sano, lo molesto, lo indivisible, lo primitivo. La ley es la defensa de la injusticia opulenta. Lo justo no necesita defensa. La ley puede interpretarse de varias maneras de acuerdo a la injusticia que se quiere justificar. Lo justo no tiene discusión».