“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc. 24, 5)
¡FELIZ PASCUA!
Las mujeres discípulas de Jesús van de madrugada con perfumes para ungir el cuerpo muerto del Maestro. “Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”. Dos hombres les preguntan: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.
En medio de una pandemia aún no mitigada plenamente, doloridos por esta guerra entre Ucrania y Rusia -con gran repercusión mundial- que se suma a tantas otras guerras desatadas hace décadas; en medio de este complejo momento de nuestro país, el anuncio de Pascua recoge un acontecimiento lleno de esperanza: “Cristo, el crucificado, ha resucitado”.
Es el Crucificado, no otro, el que ha resucitado. Sus llagas gloriosas son nuestras llagas. El hombre que Pilato hizo comparecer desfigurado; el que cargó la cruz, fue crucificado y murió en la cruz; el que fue descendido muerto y yació en la falda de su Madre; el que fue sepultado: “Ha resucitado”. Toda llaga humana, toda herida, es una sola cosa con el que ha resucitado. “Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda” (Francisco Mensaje “Urbi et Orbi 2021”)
El Resucitado es esperanza para todos los que sufren en este momento por las heridas que ha dejado la pandemia, la falta de trabajo, la violencia que generan los conflictos familiares, la crispación provocada por las crisis económicas, sociales y políticas. La fuerza viva del Espíritu del Señor Resucitado sigue animando la vida de tantas personas que encarnan a Jesús que se pone a lavar los pies; los que ante la necesidad del prójimo no se quedan en la denuncia de la injusticia, sino que, además, se deciden a ponerse al servicio de quien sufre, uniéndose a otras personas para no dejarse vencer por el mal, sino procurando el bien común. La Pascua de Jesús nos renueva. El Resucitado abre nuestros oídos para escuchar el clamor de la gente de nuestro pueblo; nos hace cercanos al dolor humano para abrazarlo con ternura; nos ilumina para discernir lo que debemos hacer; nos enciende en amor divino para sostener al hermano, a la hermana que padece, sintiéndonos juntos en la misma barca.
La Pascua renueva y rejuvenece nuestra imaginación y creatividad para “generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias” FT 217
Familias de Berazategui, de Florencio Varela y de Quilmes: ¡FELICES PASCUAS!
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes