Boca Juniors fue el bicampeón de la temporada, con algunos inconvenientes internos, la salida del DT Sebastian Battaglia a mitad de año y su reemplazo por Hugo Ibarra, pero justificó sus títulos por su mística ganadora y el resurgimiento de los «pibes» de las divisiones inferiores.
Entre el ganador de la Copa de la Liga y el que obtuvo luego la Liga Profesional, más allá del cambio de entrenador, solo los diferencio la llegada de varios valores de las divisiones menores que Hugo Ibarra había tenido como técnico campeón de la Reserva y también un mayor sentido de pertenencia del plantel con el cuerpo técnico, en mayor medida con los integrantes de la secretaría de fútbol.
El Boca de ambos semestres tuvo la misma carencia de una línea de juego determinada, la mayoría de las victorias fueron por el peso de las individualidades y el «carácter» de los futbolistas en los partidos claves, pero con eso le alcanzó para llevarse los dos mayores trofeos del fútbol argentino.
En el orden interno la mayor diferencia entre un proceso y otro fue en el día a día, Sebastian Battaglia, que como jugador es el más ganador en la historia del club, no tenía diálogo fluido con Juan Riquelme el «ídolo» que es vicepresidente y encargado del fútbol del club, pero la cosa cambió con la llegada de Ibarra.
» Yo hago lo que puedo con los jugadores que me trajeron» dijo el exvolante de la época de oro de Carlos Bianchi minutos después que Boca quedara eliminado por penales ante Corinthians luego de igualar 0 a 0 en la fría noche del 6 de julio.
Encima salió al descubierto una reunión previa que hubo entre los referentes y los integrantes del consejo por un tema de premios donde los futbolistas estuvieron a punto de no concentrar antes del partido con el «Timao».
«Román» no tuvo términos medios e hizo un «dos por uno» y despidió a Battaglia y Caros Izquierdoz, el capitán hasta ese momento que no fue más tenido en cuenta por el «Negro» Ibarra y luego siguió su carrera en el Sporting de Gijón, de la segunda división de España.
Con la profunda cicatriz de la herida de una nueva Copa Libertadores perdida y el conflicto interno con los referentes, el nuevo cuerpo técnico empezó a reconstruir la relación entre el plantel y la dirigencia de fútbol que estaba quebrada.
Después de algunas derrotas duras ante San Lorenzo, Argentinos y Patronato se empezaron a acomodar las relaciones y la victoria ante River por 1 a 0 con el gol del «Pipa» Benedetto fue la bisagra para la búsqueda de una nueva estrella.
Y cuando se empezaron a caer las figuras por lesiones, caso Sebastián Villa, Benedetto o el capitán Marcos Rojo, empezaron a salir los chicos del predio: Exequiel Zeballos hasta que se lesionó y quedó afuera de la temporada, el goleador Luca Langoni, Gonzalo Morales, Agustín Sández Cristian Medina y Gabriel Aranda fueron algunos de los que aportaron «sangre nueva» mezclada con la vieja mística de los más grandes, y sobre todo por la figura descomunal del arquero Agustín Rossi, el jugador de más alto rendimiento durante todo el año.
Llegó un nuevo logro en la última fecha con el empate de local ante Independiente 2 a 2 y la «ayuda» de River que le ganó a Racing por 2 a 1.
Boca en los números fue el mejor del año, sin embargo la Libertadores sigue siendo una vieja deuda, pese a que con triunfos y títulos ocultó bajo la alfombra las rencillas internas y se prepara para un 2023 en el que habrá elecciones en el club, lo que achica el margen de error para la gestión de Jorge Ameal y Riquelme.