El 9 de mayo de 2012 se sancionaba la Ley de Identidad de Género en la Argentina, una medida pionera en el mundo que reconoce el derecho de las personas a ser inscriptas en su DNI acorde con su identidad de género
Por Nadir Cardozo (*)
Imaginate que protagonizás una película y en todas las escenas te llaman por un nombre que no es el tuyo. Vas a la escuela y tus compañeros te hacen bullying. En tu casa no te aceptan y terminan echándote. Sos joven, todavía no cumpliste 18 y no pudiste terminar el colegio. Tampoco vas a poder conseguir un trabajo formal. Vas a vivir en lugares precarios, vas a subsistir como puedas. No parece una comedia ¿no? Me encantaría estar narrando un guión de ficción, pero esta es la realidad que vivimos las personas trans de forma histórica y sistemática.
Hace diez años parecía que esta era la historia sin fin. Pero hubo un giro: la sanción de la Ley de Identidad de Género, una ley que nos cambió la vida. Pero así como no existen las pócimas mágicas o las hadas madrinas, la ley no alcanzó para solucionar nuestros problemas. El estigma y la discriminación siguen vigentes.
La Ley de Identidad de Género no es solamente un nombre en un DNI. Al principio no sabíamos cómo iba a impactar, pero después nos dimos cuenta de que fue la pieza que inició un efecto dominó. Muchas empezamos a caminar más seguras y nos sentimos empoderadas. Yo me animé por primera vez a hacer cursos y capacitaciones porque me podía presentar ante otros con mi verdadera identidad. Me sentía bien y quería estudiar, pude hacerlo a los 40 años, aunque me hubiera gustado hacerlo a los 18. Hoy el panorama es distinto. Quienes nacieron después de la ley pueden comenzar a pensar en sus proyectos de vida, tener DNI, ir a la escuela, ser llamados por su nombre, el autopercibido. Pueden ser quienes realmente son. Debemos celebrar este acontecimiento, es histórico.
Sin embargo, para muchas personas trans esta ley llegó tarde, esperaron mucho tiempo. Mientras tanto tuvieron una vida de discriminación y violencia. Integrar a estas personas no se da de un día para otro. No hay cupo que alcance para reparar tantos años de exclusión. Por eso, hoy necesitamos mirar y dar una respuesta a todas estas personas. Decirles que pueden ser protagonistas de una historia distinta.
Hace 10 años no imaginaba que esta ley fuera a cambiar nuestra vida. Por eso elijo imaginar un futuro con esperanza. Creemos que el próximo paso es conseguir una Ley Integral Trans, que garantice nuestros derechos humanos, como el acceso a la salud, a la educación, a la familia, a la vivienda y a los servicios básicos. Espero que de acá a 10 años podamos ir a los hospitales y no tener que elegir consultorios inclusivos ni especiales, ni a escuelas destinadas solo para población trans. Deseo que podamos vivir como cualquier persona. Por eso, seguimos educando, visibilizando, concientizando y sensibilizando. Esta Ley está lejos de ser letra muerta, está viva en cada una de las personas que pueden vivir su identidad con orgullo y nos impulsa a seguir conquistando derechos.
(*) Referente de la comunidad trans e integrante del equipo de Participación Comunitaria de Fundación Huésped.