Por Juan Khouri (*)
Actualmente, uno de los indicadores en los censos poblacionales apunta a medir la calidad de vida de las personas, en la medida que se tenga acceso o no al tratamiento de efluentes cloacales, pero nada se consulta sobre el tratamiento del resto de los residuos en la misma comunidad.
La percepción de olores nos trasladan a lugares, momentos y recuerdos. Los basurales a cielo abierto, aparte de dañar el ambiente y afectar nuestro sistema respiratorio, nos impregnan esos recuerdos para que nunca los olvidemos y los tengamos presentes.
Cuando hablamos sobre gestión de residuos, debemos tener en cuenta que prácticamente ningún proceso productivo del pasado ni su cadena de valor contempló la generación de residuos como parte de él ni tampoco los efectos negativos sobre la calidad de vida de los seres humanos. De lo contrario, los basurales a cielo abierto, los basurales clandestinos y la contaminación en general por residuos, no tendría razón de ser.
La generación de residuos es inevitable. Podemos ser más eficientes, reducir la cantidad de residuos que generamos, pero el objetivo basura cero, no es viable hoy en día. Por lo tanto, incorporar al sistema productivo de bienes y servicios el tratamiento de los mismos es gran parte de la solución.
Una de cada dos personas en el mundo no tiene acceso a sistemas de tratamiento de efluentes formales. La gestión inadecuada de la basura es un gran problema global para la salud, la economía y el ambiente. La buena noticia es que los sistemas para resolver este problema ya existen, son viables y representan una mejora sustancial en la calidad de vida de las personas y en la protección y conservación de los ecosistemas. Además, son un buen negocio, como lo demuestran varias poblaciones que los han implantado con éxito.
El informe «Perspectiva global de la gestión de residuos» publicado en 2015 por UNEP e ISWA indica los beneficios de una gestión sostenible de los residuos: ahorro público (la falta de sistemas adecuados le cuesta a los países entre cinco y diez veces más que las inversiones necesarias), enormes reducciones de gases de efecto invernadero (GEI) causantes del cambio climático, creación de millones de empleos verdes y beneficios económicos estimados en cientos de miles de millones de dólares. La correcta gestión de los residuos no solamente soluciona problemas socioambientales actuales, sino que también nos ayuda a prevenirlos y nos trae grandes beneficios y oportunidades de negocio.
¿Por dónde empezar?
La generación de residuos es inevitable. Y generamos distintos tipos o clases de los mismos. Por lo que siempre el primer paso va a consistir en identificar esas categorías y clasificar los residuos en origen para poder darles el mejor destino y aprovechamiento posible.
A la hora de buscar alternativas para su gestión y tratamiento, estamos muy acostumbrados a hablar de reutilización y reciclaje de materiales como el papel, el cartón, los plásticos y metales, pero no solemos darle mayor importancia a la gestión de los orgánicos, para los que también existen opciones innovadoras.
Podemos encontrar casos de éxito alrededor de todo el mundo. Además de la implementación de políticas sociales, fiscales y legales, educación ambiental, centros de reutilización y reciclaje, algunos se animaron a más.
Por ejemplo, Flandes (Bélgica) con la implementación del sistema «Pay As You Throw» (PAYT): cuanto menos basura producen sus ciudadanos, menos impuestos o tasas municipales pagan. En Singapur (Asia) y Malmö (Suecia) recurrieron a la valorización energética, reduciendo el consumo de combustibles fósiles. Malmö también produce 25.000 toneladas anuales de biofertilizante, 10.000 toneladas de compost, biogás equivalente a dos millones de litros de gasolina usando sus residuos como recursos.
En Argentina, durante los últimos 5 años se desarrollaron 10 proyectos de biodigestión a gran escala y más de 100 instalaciones de plantas de biogás de escala domiciliaria. Municipios como Comodoro Rivadavia, en Chubut, y Presidente Sáenz Peña, en Chaco, han avanzado en estudios de prefactibilidad para generar energía a partir de la recolección domiciliaria. Estos proyectos nos ponen en perspectiva de un futuro promisorio en términos de transición energética y valorización de los residuos como materia prima en nuestro país.
El gran desafío durante los próximos años, será construir ese futuro, en donde el aire puro, las calles limpias y el olor a pasto mojado sean compatibles con los lugares de tratamiento y disposición final de nuestros residuos. Donde los olores e imágenes asociados a nuestra basura, nos trasladen a recuerdos y sensaciones positivas, impulsando física y emocionalmente una mejora sustancial de nuestra calidad de vida.
(*) Técnico en Biodigestión Anaeróbica y fundador de GEA Bio (@bio_gea)
Fuente: Télam