Por Ángel Pizzorno
La Argentina venía de sufrir el descalabro del gobierno de la Alianza que nos llevó al borde de la desintegración social. Después de una maratón de presidentes provisionales, el último de ellos Eduardo Duhalde, convocó a elecciones para abril de 2003. La primera vuelta la ganó Carlos Menem con el 24% de los votos sobre la dupla Néstor Kirchner – Daniel Scioli, que obtuvo algo más del 22 por ciento. Menem se “bajó” del ballotage porque las encuestas auguraban su derrota. No hubo segunda vuelta.
El 25 de mayo comienza para Néstor el triple desafío de gobernar, ampliar la base política y reconstruir un país devastado.Todo lo afrontó con decisión y clara visión política. Desde el Frente para la Victoria, amplió el espacio propio con distintos sectores comprometidos en el proceso de cambio, practicando la transversalidad. Como lo había hecho Perón en 1946 y 1973. Néstor sabía que la clave de la construcción política es el consenso. Imprescindible cuando hay que gobernar en tiempos difíciles.
En apenas cuatro años redujo la indigencia, la pobreza y el desempleo a cerca de la mitad. Renovó la Corte Suprema de Justicia, anuló las leyes de impunidad llevando a los genocidas de la dictadura a juicio y consolidó la unidad latinoamericana junto a Evo Morales, Lula Da Silva, Hugo Chávez y Rafael Correa. Juntos tumbaron el proyecto
colonialista del ALCA. Y la cancelación de deuda con el FMI, le liberó las manos para retomar el sueño peronista de construir una Patria Justa, Libre y Soberana. Néstor nos dejó pronto, pero Cristina se puso al hombro la continuidad de la tarea.
Hoy además de enfrentar a los mismos reaccionarios de siempre, el gobierno de Alberto y Cristina también da
pelea a un enemigo inédito como es la pandemia. Una prueba de fuego donde se juega lo más valioso, la vida y la salud de nuestro pueblo. Sin ninguna duda que también saldremos airosos de este desafío. Como canta la calle “Néstor vive en el pueblo…”