Argentina superó los dos millones de notificaciones de contagios y las 50 mil muertes por coronavirus y, aunque en las últimas semanas los casos descendieron, especialistas advierten que podrán aumentar de cara a la apertura de actividades, que generan mayor movilidad, y la llegada del otoño, que limita las actividades al aire libre.
«Los casos vienen descendiendo a razón de un 14% cada semana. La semana del 21 de enero el promedio de casos diarios era de 10.337; la semana del 28 de enero era de 8.921; la del 2 de febrero de 8.016 y esta semana el promedio de ayer era de 6.673», explicó a Télam la docente e investigadora Soledad Retamar.
La especialista, que integra el Grupo de Investigación en Bases de Datos (GIBD) de la Facultad Regional Concepción del Uruguay, dependiente de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), detalló que «en el caso de los fallecidos la disminución es menos clara: el promedio de muertes de la semana del 21 de enero fue de 176, de la semana del 28 de enero fue de 178, de la semana del 4 de febrero de 157 y esta semana es de 168».
Desde el comienzo de la pandemia se sabe que la notificación de casos representa un porcentaje de los infectados reales, cuya proporción varía según el criterio que se tome.
Así, un estudio de prevalencia hecho a partir de la medición de anticuerpos en un barrio popular en la Ciudad de Buenos Aires había arrojado que por cada confirmado había 9 casos que no se detectaron, ya sea porque fueron asintomáticos o porque no llegaron al sistema de salud.
Para el docente e investigador del Conicet Roberto Etchenique, quien trabaja en el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (Inquimae) y en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, «la mejor forma de estimar el número de infectados reales es con las cifras de muertos y la edad de los fallecidos».
«Eso es así porque se conoce bien cuál es la probabilidad de morir a cada rango etario (IFR o letalidad real, no la que se informa generalmente que sólo tiene en cuenta los casos detectados)», describió.
Con ese parámetro, la estimación de Etchenique es que Argentina tuvo algo más de 15 millones de contagios: «Eso significa que por cada caso confirmado hubo siete que no se detectaron. Por supuesto, esta proporción difiere mucho entre distritos, y ahora se detecta bastante mejor que a mitad de 2020», explicó.
Por su parte, al hacer un «balance» de los 2.015.496 casos de coronavirus notificados en el último parte de anoche del Ministerio de Salud, la infectóloga Elena Obieta sostuvo que «en estos meses pudimos aprender qué servía y que no en términos de cuidado, diagnóstico, tratamiento, y llegar a vacunas seguras y eficaces para prevenir cuadros graves y muertes pero con una escasez a nivel global que pone al mundo en vilo de que se llegue a fabricar la cantidad suficiente cuanto antes».
«Es difícil evaluar si los números de casos y de fallecimientos (50.029, hasta ayer) es lo ‘esperable’ porque en las pandemias uno no sabe cómo le va a ir; era esperable que fuera contagiosa por tratarse de una virosis respiratoria, esto hizo que se llegara a muchos infectados lo que provocó muchas muertes, pero no tuvimos en Argentina personas fallecidas porque no pudieron ser atendidas en el sistema de salud como sucedió en otros países», dijo Obieta, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
Sobre lo que se fue aprendiendo, la especialista señaló que «sí era esperable que a fin de año, después del velorio de (Diego) Maradona, de las marchas por la votación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y las reuniones por fin de año y las fiestas los casos aumentaran».
En relación a la situación actual, Obieta indicó que «estamos en una meseta alta y la proximidad del descenso de temperaturas que genera que las personas se encuentren en espacios cerrados, sin adecuada ventilación, resulta preocupante porque sabemos que esto favorece el contagio».
En este punto, la infectóloga, quien es además Jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de la Municipalidad de San Isidro, aclaró que «los encuentros al aire libre son más seguros siempre y cuando se utilice barbijo y se tenga distancia de dos metros, porque si estoy al aire libre pero cerca de otra persona me puedo contagiar».
«Habrá que seguir cuidándose con las medidas que ya conocemos que son efectivas (uso correcto de barbijo, distancia, ventilación y lavado de manos) si queremos mitigar un rebrote fuerte como sucedió en Europa», sostuvo.
En el mismo sentido, de cara al futuro, Retamar alertó que «si consideramos lo que pasó a fin de año, cuando se habilitaron las reuniones sociales, llegaron las fiestas y el turismo, y que repercutió directamente en el aumento de casos prácticamente en todo el país, uno podría pensar que cuando se retomen las actividades laborales presenciales de muchos sectores más el comienzo de clases (que genera mayor movilidad) se podría llegar a detener este descenso actual».
«Eso, sumado a la llegada del invierno donde las actividades al aire libre se limitan, podrían ser factores que propicien el crecimiento de la curva nuevamente», agregó.
También para Etchenique, «cuando la gente deje de estar mucho tiempo al aire libre y vuelva a las casas por el tiempo menos favorable, aumentara la tasa de contagio, ayudado además por las variantes mas contagiosas que ya se detectaron y las que puedan surgir».
«Salvo que se consiga un enorme número de vacunas y se haga una logística muy buena y rápida, lo que se espera para 2021 es igual o peor que para 2020, como ya se vio en la segunda ola europea», señaló.
Desde el comienzo de la pandemia, el investigador sostiene que la estrategia de aplanar la curva, si bien permite que no fallezcan personas porque quedan desatendidas, no evita muertes por coronavirus, por lo que «la cantidad de fallecidos es esperable y si las personas mayores dejan de cuidarse puede ser mucho peor».
Más allá de la táctica que elija cada país, e incluso cada distrito (aislamientos, cierres de fronteras, rastreo y testeo de contactos, apps que detecten contacto cercano), para Etchenique «la única forma de evitar que siga muriendo gente es tomar la decisión de aplastar la curva, llevarla a cero o muy pocos casos; es decir, cortar la circulación».
«Cada sociedad tendrá que ver cómo lo hace, pero se trata de definir esto como estrategia en lugar de plantearse como objetivo que el virus circule menos», insistió.