Unos 38 cuadros de Florencio Molina Campos exhibidos desde esta semana en el Teatro Argentino de La Plata componen una crónica visual sobre la vida del gaucho bonaerense, que recupera sus mañanitas de mate y siembra, la figura vigilante del patrón, el disfrute del pericón, el cruce de miradas con su china y la carroza fúnebre donde hasta el caballo, compañero de labranza, se ve triste y cabizbajo.
Se trata de la muestra «Molina Campos Horizontes bonaerenses», donde hasta el próximo 1 de septiembre se podrá ver parte de las 132 obras recientemente recuperadas por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires tras una batalla judicial que incluyó la intervención de la Fundación Molina Campos.
«Mi abuelo no había nacido en la provincia de Buenos Aires, pero vivió gran parte de su obra acá, y eso se refleja en su obra», cuenta Gonzalo Giménez Molina, nieto del artista, mientras con su mirada recorría el hall central del Teatro donde se instalaron los cuadros de su antepasado.
Remarca que el pintor «veneraba, amaba y respetaba al paisano, a la gente de campo» y que, por ese motivo, «los puso en el centro de su obra».
«De hecho, si uno se fija en los cuadros, parece mirarlos desde abajo, como contrapicado», precisa.
En ese marca, remarca que «hoy, en vez de sulky, hay una cuatro por cuatro y hay máquinas con banderillero satelital pero la esencia del hombre de campo sigue siendo la misma».
Además, expresa el sentir de su familia: «No queremos tener las obras; lo que queremos es que las obras que existen e difundan».
Quienes recorran la muestra podrán reconstruir con precisión un día en la vida del gaucho: el almacén y la pulpería asoman en varios cuadros y son el escenario que reúne a gauchos y chinas con su mejores galas para bailar el pericón.
Federico Ruvituso, director del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti de La Plata, que junto al Complejo Udaondo de Luján se ocupan del inventariado de las obras y objetos recuperados de Molina Campos, explica se puede encontrar «el Molina Campos de los almanaques, el del gaucho, el de la pampa, de los ranchos y también el Molina Campos un poco mas desconocido, que tiene que ver con la representación de la pampa pero con otro estilo».
Ruvituso se refiere así a varios paisajes que, con el título de «La pampa mansa», «El ranchito amarillo», o «Sigue la lluvia» capturan esos territorios llanos, de horizontes lejanos y montecitos.
Mariel Fernández, la intendenta del distrito de Moreno, donde vivió y tuvo su atelier Molina Campos, sintetiza con simpleza: «Nos pintó a nosotros, sus gauchos son los gauchos de Moreno».
En tanto, la presidenta del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, Florencia Saintout, presente en la inauguración, asegura que «es un hecho histórico» el abrir al público parte de la obra que fue recuperada.
La Fundación Molina Campos fue creada en 1969, 10 años después de la muerte del pintor, con la finalidad de custodiar, conservar y difundir parte de su legado. En 1979, también por iniciativa de su viuda, Elvira Ponce, se creó el museo dedicado al artista en la localidad bonaerense de Moreno, donde éste pasó algunas temporadas en el rancho Los Estribos.
La institución no había hecho presentaciones contables, ni tenía CUIT, y cuando en 2020, en plena pandemia, apareció un cartel de «se vende» en el espacio de Moreno, se encendió la alarma y puso en alerta al municipio, que por decreto 403/21 declaró al Museo de Moreno «patrimonio histórico» y generó una denuncia ante la Inspección General de Justicia (IGJ) y la preocupación de los herederos del artista..
La Fundación fue intervenida y el interventor Denis Turnes se ocupó de recuperar las 132 obras que se encontraban repartidas entre la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (Unsada) y el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes de Moreno.